martes, 30 de marzo de 2010

Esperanza


Sobre la almohada una nota, silencio… sintiese en aquel distante momento un aire de tranquilidad, más allá… paz, desasosiego. 
      Por aquellos años en los que ella se sintió despojada de su alma, siendo acorralada en un cuerpo, casi desconocido, la luz que provocaba estar con él significaba rehusarse a sí misma, quizá por eso lo hacía poco, quizá por eso sólo estuvo con él pocos años, pocas palabras, y a la vez, grandes vivencias, gran amor.
      Ahora, en aquel espacio… su partida, acaso orillada por ella, reconocía y afirmaba la ausencia de él, que sólo podría llenarse con él, nadie más ni nada más…
      Sí,  era verdad, cada hombre que llegaba a su vida se iba del mismo modo, llevándose una parte de su corazón… se iban sólo terrenalmente, porque sus espíritus siempre permanecían con ella. Ahora pienso que se trataba de una mera coleccionista;   ella jamás quiso verse, expresarse, vivirse como tal,  porque un coleccionista sólo recluta y obtiene de ello lo que le conviene, pero ella no obtenía sino el placer de amar, de ayudar, y a la vez de perder y ser dejada, mas no olvidada, porque si de algo se sabía entera, era de la  capacidad de lograr en ellos una especie de huella imborrable.
      Pero ahora, se cansaba… la nota aquella, que delimitaba y reorientaba su vida, resultaba bastante incierta, por un momento había llegado a creer que aquél era su amor infinito, porque los verdaderos amores son, eran, habían sido todos… y serían otros más; sin embargo, aquél que la había dejado recostada, desprotegida, era la posibilidad de pertenecer a un sitio, más allá de sí misma, como en aquellos tiempos de su niñez.
      Entonces, ¿sería así todo el tiempo? ¿Iría por su vida encontrando a hombres que poseyeran cualidades semejantes, que sólo correspondían  a aquél que la dejó? ¿Sería entonces aquella nota el aviso de un sí definitivo, donde ella no podría intervenir?
      Cuando despertó, al verla junta ella respiró profundamente, se tomó el cabello entre las manos, después se miró, sin siquiera tener un espejo, y pensó en que vendría de nuevo toda la inestabilidad que siempre la rodeaba y que se veía calmada cuando estaba uno, ahora cuando estaba aquél.
      Así que no pudo, no quiso, no intentó… tomar la nota inmediatamente, debido a que ésta sería el acabose de algo que ya había acabado antes de haber comenzado.
      Sintió que su alma y su cuerpo no estaban tan preparados para lo que acontecería, pero aquello, era un autoengaño que siempre se había reproducido…  llegaba su tiempo, en el que el malestar anunciado se debía confirmar y apagar.
      Con un peso incontrolable que salía desde su torso hasta su brazo, movilizó su mano y tomó la nota, mantuvo los ojos cerrados y la mente bien abierta, sin sacar nada de sus cárceles,  y comenzó la pronta lectura.
      Antes de que iniciase con la primera palabra había recordado la discusión de la noche anterior y las ofensas que ella, no él, había dado a la pelea. Dejó el recuerdo y continuó, la nota traía su nombre, seguida de un saludo referente a un buen día, y más tarde sólo se apreciaban unas cuantas palabras, que ella sin haber enfocado su mirada, juraba que decían:- me dio gusto conocerte, etc., etc.
      Efectivamente, después de todo la nota decía:- me dio gusto conocerte y saber que eres y serás la mujer con la que deseo estar infinitamente, por eso quiero decirte que a pesar de que sé que tienes mucha inseguridad sobre lo nuestro, sobre el amor mismo, te amo y quiero  ser aquél no que llene el vacío insaciable, sino aquél que jamás te dejará desprotegida.
      Te veo en la comida pequeña…

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