martes, 9 de febrero de 2010

"AVATAR"

La fantasía y la realidad puestas en escena

“Cualquiera que cultive la fantasía en el arte está un poco loco. Su problema estriba en hacer interesante esa locura”. François Truffaut (1932-1984) Director, crítico y actor francés.

Las heridas abiertas por la etapa colonialista aún no logran cerrarse del todo, e inclusive no sólo son llevadas por aquéllos que sufrieron la llegada de invasores a su tierra, hay todavía en algunas mentes del lado de los “vencedores” ideas acerca de las atrocidades que sus antepasados cometieron en nombre de la expansión de lo que ellos consideraban la forma correcta de vivir.

      Las preguntas que pueden adivinarse en la mente de estos autores son: ¿Realmente hicimos lo correcto? ¿Lo estamos haciendo ahora?

      Uno de los autores que reflejan esta incógnita con su más reciente creación es el director norteamericano de cine James Cameron con su filme Avatar.

      En la cinta Cameron hace una apología al mito de la conquista y exterminación de los indios norteamericanos, aunque el mensaje bien puede trasladarse fácilmente a cualquier escenario que vivió la llegada de extranjeros para alterar de forma violenta su estilo de vida, como lo son las Américas, el África negra o algunas regiones de Asia en lo largo de los siglos XVIII y XIX.

      La película utiliza como conducto la historia de los Na´vi, una raza extraterrestre de un imaginario planeta llamado Pandora que vive en comunión con la naturaleza de su planeta de forma sencilla y armoniosa. Aunque cazadores, los Na´vi muestran con sus acciones y sus ritos un profundo respeto por la flora y fauna que les da refugio y alimento. Sus rituales y creencias están encaminados no en la adoración, sino en el respeto a la entidad que reconocen como el alma de su planeta, la cual consideran una madre protectora y proveedora, aunque neutral en los asuntos de sus hijos.

      Esta armonía se ve dramáticamente alterada con la llegada de un grupo paramilitar de humanos provenientes de un devastado planeta Tierra, deseosos de explotar el valioso mineral que sólo se encuentra en Pandora y que proveerá de ganancias millonarias a la compañía excavadora a la cual dicho grupo está contratado.

     Como es de adivinarse el conflicto surge de inmediato entre el ambicioso materialismo de lo humanos y la profunda espiritualidad de los Na´vi. Mientras que los primeros son incapaces de ver mas allá de ganancias económicas y comodidad material, los segundos lo son de entender los métodos de los recién llegados, su profunda falta de sensibilidad ante un mundo que evidentemente está lleno de vida y sus acciones para adquirir dicho mineral a costa del sacrificio de un escenario en armonía hasta antes de su llegada.

      La situación cambia cuando uno de los humanos y protagonista de la historia es encargado de involucrarse ante las filas enemigas con el fin de proveer de información táctica para un futuro ataque al mayor depósito de mineral que resulta ser el lugar más sagrado para los habitantes del planeta.

       Pero sucede que el protagonista al conocer y vivir de primera mano la cultura de los Na´vi comienza a comprenderla, a enamorarse de ella y finalmente a asimilarla como propia, dando como resultado las dudas de cuál será su lugar en el gran esquema de las cosas, y preguntándose de qué bando estará cuando llegue el momento decisivo.

       Dejando a un lado el maravilloso trabajo técnico que tardó 15 años en desarrollarse y que atrapa y sumerge al espectador en un mundo maravillosamente vivo y que está cerca de ser una de las manufacturas técnicas mejor creadas en la historia del cine, Avatar de James Cameron nos sumerge en profundas reflexiones acerca de la naturaleza humana, el desprecio por el otro, la ambición desmedida y sobre todo la incapacidad aparente que tenemos de no entender a los otros, de llamarles “salvajes” y “atrasados”, cuando quizá su conocimiento sea superior al nuestro.

      La cinta también nos lleva por caminos de espiritualidad haciendo un claro contraste entre dos formas distintas de ver el mundo. La de los Na´vi que ven a Pandora como un ser vivo que provee a sus habitantes, y la de los humanos como un lugar con recursos de los cuales se pueden apropiar y tomar provecho. Esto último gracias a un magnífico trabajo que James Cameron al detallar y mostrar en la pantalla la vida espiritual de los habitantes del imaginario planeta, rituales que nos recuerdan a los de nuestros antepasados mayas, siux, inca o tutsis, más cercanos a la búsqueda de la armonía con nuestro entorno que de la búsqueda de provecho.

       Aunque el mensaje que Avatar busca transmitir ya se ha dicho antes como en Danza con Lobos (1989), Pocahontas (1995) o el Ultimo Samurái (2006), esta vez se hace acompañado de un soberbio espectáculo visual que bien vale la pena por sí mismo y ayuda a profundizar en los sentimientos de espiritualidad/materialismo, artificio/naturaleza, y sobre todo nos ayuda a meditar sobre nuestra personalidad como raza y nuestra posición ante los seres vivos, sean o no iguales a nosotros.

      Avatar de James Cameron puede verse en los cines de la ciudad de Xalapa en distintos horarios durante toda la semana, existiendo la posibilidad de verse en 3D.

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