jueves, 11 de febrero de 2010

"En tiempo de centenarios"

La paradoja sobra la identidad mexicana

"Cuando el pueblo salta sus barreras,
casi ningún esfuerzo es bastante
poderoso para detenerlo."
Guadalupe Victoria (1786-1846) Militar y líder independentista mexicano.

En un escenario de alzas e impuestos y a su vez de esperanza económica, la Independencia y la Revolución Mexicana llegan a nuestro país a otorgarle una ilusoria fuerza que despierta el espíritu patriótico de todos y cada uno de nosotros.
       Nos hace falta saber mucho al respecto, no hace falta siquiera conocer la historia de nuestro país y las narraciones que año tras año escuchamos en los salones de clases en septiembre y noviembre.
      Y así en este 2010 estando a poco tiempo de celebra en grande el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, tanto el gobierno federal como los estatales organizan una serie de eventos en relación a los mismos. Tan sólo nuestro presidente Felibe Calderón Hinojosa ha declarado "El sentimiento nacional debe sentirse en cada plaza de cada ciudad en el territorio mexicano."
      Los mexicanos ante tal reparo no podemos hacer otra cosa que sentirnos eso, mexicanos, pertenecientes a una nación que a pesar de su debilitamiento celebra los eventos históricos que aparentemente nos han hecho libres y soberanos.
      México independientemente de que tome a la "crisis" como lo negativo, puede, porque quiere, festejar dos procesos históricos de cambio que muchos investigadores han dejado en duda, revueltas que tienen vacíos que nadie llena y que por costumbre quizá seguimos solventando para consolidar nuestra patria.
     Nuestra identidad nacional de esa forma se ha establecido bajo premisas que nadie tiene claras. La Independencia como fin de la conquista de los españoles, y la Revolución como el fin de la dictadura de Porfirio Díaz, y esto es pues lo que todo mexicano debe saber para generar una profunda aberración a quién lo cuestione y a quién proponga formas de desarrollo y progreso sociales distintas a las suyas.
      Y la paradoja es constante y alarmante. El desconocimiento sobre nosotros mismos y nuestro pasado es tal que defendemos casi con nuestra propia vida, como los propios "héroes de la patria" el escaso conocimiento que poseemos sobre México. Si algún extranjero o compatriota osaran contradecir nuestras aseveraciones no tardaría en resaltar el verdadero espíritu patriota que todos poseemos. Pero tal espíritu es más bien el deseo de natural autodefensa, el deseo casi salvaje por defender nuestro territorio y nuestra manada.
      Sin embargo, la patria es ahora un concepto añejo que ha sido tan repetido y usado que resulta casi parte de nosotros mismos. La patria se encuentra por ejemplo en momentos en los que a pesar de los cientos de miles de muertos en Haití, los medios de comunicación se preocupen fuertemente por dar a conocer cuántos de ellos han sido mexicanos. La patria aparece alejada de toda acción sencilla en la que un propio mexicano pueda mostrarle sus respetos, más allá del himno nacional y los honores a la bandera.
      Y aún así seguimo, porque quizá sea más fácil, creyendo en una soberanía nacional, y a la vez resintiendo los estragos de la crisis mundial; seguimos como buenos mexicanos alegando sobre los temas políticos, situando a la política en una concepción de mentiras, engaños y atracos, y asimismo, dejando las riendas de nuestro futuro en las manos de quienes la ejercen.
      Decidimos pues celebrar en tiempos de centenarios, al menos con la intensión y esperanza de recordar quiénes somos como mexicanos. ¿Qué acaso todo está acabado en el país?, ¿acaso las crecientes cifras de pobreza en nuestro país han, son y deben ser así?, ¿acaso nuestra identidad mexicana nos sitúa en la inacción y en la espera fútil de un milagro?
     Ya algunos comienzan a despertar, algunos como Héctor Aguilar Camín y Jorge G. Castañeda hablan de un futuro para México, quizá esto sea señal de que un nuevo proceso de cambio está entretejiéndose en la población. Siendo así, la celebración de los centenarios estaría más que válida y oportuna.
     Qué otra opción de conocer nuestra identidad y nuestra historia que viviéndola; qué otra manera de lograr un cambio inclusive en la forma  habitual y corriente del mexicano: pachanguero, apático y pasional, que despertando conciencias, que en tiempos de centenarios recordemos cuan importante es el pueblo para México.

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