martes, 9 de febrero de 2010

“EQUIDAD, IGUALDAD Y TRASNVERSALIDAD DE GÉNERO”

El replanteamiento de género como medida de reconstrucción del orden social

                                              
  “¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”. 
Albert Einstein (1879-1955) Físico alemán.
 
Nuestro mundo, nuestra realidad, es paradójica; atrás ha quedado el tiempo en el que se pensaba en el hombre como dominante y en la mujer como dominada; atrás deben quedar también las determinaciones políticas resultantes de esta visión dicotómica.
      La vida, como si tuviera un cuerpo propio, nos ha demostrado que el cambio es esencial, que el cambio es signo de desarrollo (de evolución, lo llaman algunos). De tal modo, las diversas luchas en pro de la equidad de género en cuanto a la demanda de derechos políticos, económicos, sociales y culturales de las mujeres  en correspondencia con los hombres, representan actos de ese cambio, actos de igualdad en cuanto a la existencia misma, de lograr una instancia en la que el hombre y la mujer puedan comunicarse en el mismo espacio, y la comunicación no es sólo transmisión de información, sino que implica modificación por parte del receptor.
      El entendimiento y el uso de lenguaje nos exigen una reconstrucción de los conceptos que lo componen, independientemente de los idiomas. Ante tal hecho, la designación de conceptos en cuanto a la temática de género ha desfilado frente a nuestros ojos a través de la historia.        Desde la lucha, quizá necesariamente llamada así, por el derecho al voto femenino en el siglo XX, como consecuencia de la desigualdad y la desintegración de las mujeres en las tomas de poder; ha sido, es y probablemente será tema de todos los días no sólo en el orden político del país, sino en las particularidades de la vida misma, en la familia.
De manera que no resulta extraño escuchar en cualquier seno de familia, palabras como “machismo”, “discrimación”, “misoginia”, y así una serie de conceptos que resultan ser las armas de toda mujer que “sobrevive” con un hombre. Es en esta perspectiva en la que se funda el feminismo, como un frente de mujeres que rinden tributo a su calidad de género en diferencia explícita de los hombres; verbigracia “las mujeres realizan doble labor en comparación del hombre, en las actividades de la casa y hoy en día en el trabajo remunerado, por tal razón, dan muestra de su capacidad e inteligencia por arriba de los hombres”. Aunque cualquier feminista podría tachar esto de falso, la falsedad radicaría en no reconocer que en una charla amena, las mujeres feministas hablan mal de los hombres, como en su lugar pueden hacerlo los hombres machistas de las mujeres.
      El sentido pues de la equidad de género no se funda en contraponer al hombre y a la mujer, sino en constituirlos en una misma entidad, que aunque diferentes gozan de todos y cada uno de los derechos que otorga un sistema de gobierno. Al respecto, hay que reconocer que las mujeres históricamente han sido desdeñadas y perpetuadas a una clasificación inferior a los hombres, aunque esto también ha sufrido reveses en el transcurso de la historia, no hay que olvidar que no siempre ha imperado el patriarcado, de hecho presenciamos un momento en el que se perfila cada vez con más fuerza el matriarcado.
     Sin embargo, aquí surge un descuido que es importantísimo de visualizar. En primera instancia, las luchas por la igualdad y la equidad de género han subsistido en esta era moderna de la cual nos vanagloriamos; tales nos han premiado ahora a las mujeres en tener una especie de “conciencia de género”, lo cual, si bien resulta favorable para la defensa de nuestros derechos y hasta de nuestras personas; también ha desvinculado el verdadero afán de promover la igualdad. Ahora nos resultan cada vez más familiares los alegatos entre parejas y nos despierta inclusive algo de orgullo a cada mujer que ve en la otra una parte de ella.
Pero esto no es justo. Ese descuido del que hablamos incide en la radicalización de las creencias. Las mujeres hemos demandado desde que algunas líderes nos abrieron el paso, nuestra introducción a los sistemas de poder, a las designaciones de políticas públicas por el desarrollo y progreso de las sociedades, y actualmente celebramos el Día de la Mujer cada 8 de marzo, mientras que en los medios masivos de comunicación damos muestra de nuestros trabajos y de nuestras peticiones y hablamos de un lenguaje sin género para tod@s . Tan sólo aquí en el estado de Veracruz, recientemente han surgido noticias donde las legisladoras y las mujeres con cargos públicos alertan la participación de las mujeres en el Congreso y el respeto de los hombres a esta designación.
      Tal situación encierra una realidad, las mujeres hemos luchado por un objetivo que nosotras mismas no conocemos del todo bien, hemos hablado de “igualdad”, de “equidad”, de “justicia”, y aunque esto ha sido justificado en los hechos sociales, la verdad es que no hemos caído en cuenta que en vez de avanzar hacia el centro, hacia la neutralidad, hemos sido partícipes de nuestros propios reclamos, cayendo en el polo opuesto.
      Quizá es por eso que desde la década de los ochenta, los estudios de género se han cuestionado las visiones deterministas y han contendido por la implementación de nuevos conceptos que expresen la realidad que nos sitúa. La “transversalidad” por ejemplo ha surgido de los nuevos enfoques al género pero desde la masculinidad, siendo ésta una perspectiva sobre la igualdad de oportunidades entre los sexos que pretende integrar la perspectiva de género tanto en el ámbito público con en el privado de la vida humana.
      Si bien es cierto que los fenómenos aún nos arrojan casos como feminicidios o discriminación, también es cierto que las mujeres debemos ser coherentes con nuestras demandas. No debemos más allá de poder, hablar de una “igualdad”, cuando nosotras mismas nos hemos diferenciado de los hombres categóricamente, y aunque esto puede ser refutado con la discriminación por parte de los hombres, las acciones de las mujeres han sido encaminadas a la misma discriminación pero en el sentido contrario.
      Si hablamos de igualdad, es elemental conocer que tal igualdad nos daría por ende la pérdida de un sinfín de distinciones, como el propio Día de la Mujer, el cual puede ser simplemente cuestionado con la inexistencia de un Día del Hombre. Si hablamos de transversalidad en este nuevo orden del mundo, para alcanzar un trato equitativo y movilizar las políticas y medidas generales para lograr la igualdad; es imprescindible tener en cuenta que esto indica contemplar no sólo los  efectos sobre las mujeres, sino también de los hombres durante el desarrollo cultural de nuestras sociedades.
      Si nuestro mundo evoluciona, lo hace solo al parecer, porque nuestras formas de pensar, nuestras costumbres, nuestras clasificaciones y prejuicios se modifican a través de verdaderas revoluciones. El impacto cultural del que nos provee la historia, hace comprensible que la complejidad entre el hombre y la mujer no pueda ser descubierta  con propuestas de “desbiologización” o “desnaturalización”.
      Aquí y en todas las ciudades se presentan actos de injusticia, eso es cierto, pero dichos actos no son sólo de los hombres hacia las mujeres, las mujeres actualmente somos protagonistas de muchos.
     En Xalapa contamos por parte del Gobierno del Estado con el Instituto de la Mujer Veracruzana, asimismo con el departamento del Instituto de los Derechos Humanos. Habrá que estar pendiente de las discusiones en torno al género, con la esperanza de superar las injusticias pasadas y encaminarnos en una visión futurista de la humanidad.


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