jueves, 11 de febrero de 2010

"Globalización para inexpertos"

Sobre las dos caras de la crisis

“La globalización está provocando un obsesivo afán de identidad, que va a provocar muchos enfrentamientos. Nuestras cabezas se mundializan, pero nuestros corazones se localizan”.  
José Antonio Marina

 
Desde finales del siglo XX las personas hemos vivenciado una serie de cambios que nos han afectado de distinta manera, las nuevas generaciones hemos adquirido ciertos dotes y características completamente diferentes a las costumbres y tradiciones, y las generaciones añejas han sufrido una crisis identitaria capaz de situarlos en uno de dos polos muchas veces difícil de diferenciar, en donde es común escuchar y hasta reconocer de ambas partes como por un cierto efecto de abuelita que en la antigüedad reinaba la paz, la libertad y la felicidad.
      Quienes nacimos por lo tanto en la década de los 80 en México no podemos ser otra cosa que consecuencia de una desintegración de valores y transformación de éstos, de modo que casi por instinto de protección hemos entrado en una lucha constante entre lo tradicional y lo moderno, lo bueno y lo malo, lo establecido y la moda, y así un sinfín de determinaciones que escenifican la actual sociedad en dos grandes clases de personas.
       No obstante, lo verdadero es que esta modernidad, la cual dicho sea de paso se encuentra muy en boga en las voces de escritores, críticos, investigadores, científicos, etc., ha llegado a un momento de una redefinición, o al menos eso aspiramos algunos, debido a que su permanencia en este mundo ha traído la fama de la contradicción como parte constitutiva y hasta innegable del ser humano, por lo tanto, cualquier acto incoherente puede ser justificado bajo la bandera de la imperfección y de la propia raza humana.
      Así, estas nuevas generaciones hemos caído en un círculo inacabable, en el que contrario a lo que se dice, exiguo existe la competitividad, y más la individualidad y la diferencia.
      Poco a poco los que formamos parte de la gran masa del estigma de la “I”, ignorantes, inocentes, ingenuos, etc., nos hemos ido reconciliado con los que fueran los sabios de cualquier comunidad ancestral, de manera que hemos tomado parte, sino es que todo, de sus aprendizajes y los hemos situado por incapacidad tal y como son en la actual época posmoderna.
      Vivimos pues en un ir y venir, por eso es que es comprensible la existencia y permanencia sin problema alguno de la moral, y su adjetivo de doble que no es mas que la convivencia de dos formas de pensar, ser y actuar que se contraponen y contrastan entre sí.
     La situación es más compleja en nuestro país, donde ya no es nueva para nadie la apatía que emana por todos en los asuntos que se refieren al orden, progreso y desarrollo social; nos hemos mantenido al margen de lo referente al rumbo del país, y nos hemos mal acostumbrado a la designación de personitas que nos “representen” allá en los poderes del Estado.
     Y así pues vienen más de pareciera un número inagotable de encuentros, refutaciones y aventuras, hasta que como hoy muchos nos preguntamos cuál es la razón por la que nos encontramos aquí, y qué debemos hacer para lograr un cambio que pueda ayudar a nuestras almas que casi se encuentran penando por el mundo.
    Como respuesta algunos han culpado a la globalización, considerándola el verdugo de nuestra época, puesto que en su afán de acaparamiento ha revocado las formas establecidas de vida y ha instaurado la tecnología en el orden mundial; otros culpan a los mismos seres humanos que componemos el mundo de ser lentos e incapaces de comprender su alrededor y de funcionar de acuerdo a las necesidades.
     Sin  embargo, a petición de las corrientes de la complejidad y la multi-transculturalidad, una y otra versión nos reditúa de nuevo a uno de esos dos polos. Si bien la globalización  ha generado cierta resistencia de algunos que no son beneficiados por estos cambios de mercancía, poder y dinero, también es cierto que ha traído al mundo una herramienta que difícilmente hoy podríamos olvidar, la tecnología.
     Además, dentro de la globalización existe por si fuera poco un escaso consenso sobre lo que ésta representa, sus alcances y determinaciones. La definición general ubica a la globalización como un constante flujo de mercancías del mundo que yace abierto para que alguien lo domine, pero esta versión ha sido más que refutada y en su lugar se han encontrado posiciones más cercanas a la realidad. Diversos investigadores plantean por tanto que la globalización no puede ejemplificarse con la Tierra como si todos los países formaran parte de la relación mercantil, política, cultural y social, sino que sólo algunos, las grandes potencias, mantienen el control de los que por nuestra condición de sumisión debemos estar dependientes de los países desarrollados, por lo cual la competencia y el libre comercio sólo existen entre los países de primer mundo, mientras que el tercer mundo se encuentra a la espera de que alguien por compasión o diversión lo utilice aunque sea como esclavo.
    Quizá sería un poco esperanzador que siguiéramos creyendo que luchando podríamos contender en algún momento a ser un país con carácter de Dios, que miran desde lo alto, pero las versiones realistas han dado fin a este deseo, ya que se nos ha advertido que jamás de los jamases llegaremos a ocupar ese trono que nadie desprecia.
      Las posiciones se han fortalecido, así quienes estaban en contra de la globalización, sin tener que fundamentarse en valores como la sustentabilidad, la democracia económica y lo humano contemplando el cambio climático como principal carta que jugar, pueden justificarse en la injusticia que se propaga tan sólo en América Latina y África, despertando un fuerte odio hacia ese otro que mantiene la riqueza a sus anchas, y que además muy probablemente es nuestro patrón.
       Y por el otro lado, quienes creen que la globalización es benefactora de los seres humanos y proporciona vialidades certeras y confiables de desarrollo, pueden despreciar y burlarse de aquéllos que han sido terriblemente afectados no sólo económicamente, sino también cultural y socialmente, pueden llamarlos retrógradas, ignorantes e incompetentes, pero lo que es cierto es que seguiremos en el ring permanentemente.
      Por esta razón es necesario que alguien o algunos pensemos más allá de estar en contra o a favor. Nos bombardean por todas partes sobre los desatinos de la globalización y el cambio climático, y por otra nos percatamos que esa misma propaganda es producto de intereses financieros.
      Si las nuevas corrientes que integran a todos nos hablan de la existencia de “lo humano”, qué es eso humano en este mundo que mantiene diferentes lenguas y tradiciones, y por ende, distintas formas de concebir el mundo. ¿Dónde se sitúa lo humano para poder comprender y ver en el otro una parte de cada uno?
      Hay que reconocer que la globalización junto con el capitalismo ha llegado a un momento de crisis, y que es urgente encontrar una alternativa que nos proporcione bases confiables de convivencia y desarrollo entre países y personas.
      El FIG (Fondo Internacional de la Globalización) en ese sentido integra diversas alternativas que según su razonamiento pueden encontrar en la actualidad cabida con el fin de terminar con la pobreza y restablecer el mundo en un nuevo orden, pero su visión antiglobalizadora se presenta de manera arriesgada y determinista, sin embargo, pareciera que dicha visión es más bien el nombre designado, puesto que las alternativas que proponen están precisamente integradas por aspectos favorables de la globalización.
       Las dos caras de la crisis, el rechazo y el consumismo, no nos llevan a otra cosa que la necia convicción de que se está en lo correcto, pero, lo cierto es que si algo puede aplaudírsele a la complejidad es que la dicotomía no lleva nada y más bien nos posiciona en eternos debates que hay que erradicar.   

2 comentarios:

  1. Sabes me gusto la forma de tratarlo, en lo personal creo que es un asunto de actitud y de varios valores que nos hacen falta para poder "aceptarla" como parte de nuestro día a día, pues si tan solo pudieramos involucrarnos sin dejar que nos absorba la cultura de otros países,podría funcinar de una mejor forma, pues si vemos el lado económico se desprenden un sin fin de oportunidades para nuestro desarrollo en esta rama,lo malo, es que cada vez esta más presente el imitar a países de primer mundo y dejamos de hacer algo para el binenestar de nosotros mismos, perdiendo una identidad nacional que quizá no ha existido.
    De lo que estoy segura es que será una lucha interminable entre los puntos opuestos y deberíamos hacer algo para encontrar un punto medio en vez de estar buscando lo bueno y lo malo.

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  2. En definitiva estoy de acuerdo contigo... deberíamos encontrar el bendito camino neutral, desgraciadamente el muy astuto se nos esconde... a nuestro país también....
    También coincido en la constante comparación de la que somos objeto, incluso a nivel personal... pero no hacer nada es en sí no ser seres humanos.... puesto que serlo significaría una lucha irresistible por la evolución...

    Gracias amiga por tu pensamiento.. gracias por tu presencia!

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