martes, 9 de febrero de 2010

“Sala de lectura Otilio Pérez de la Rueca de Gandhi”

La lectura como vía de progreso y evolución

"Un país cuyos habitantes no leen o leen escaso es más vulnerable al engaño". Fermín Bocos, periodista español.

Resulta difícil imaginar un mundo sin libros, y más aún por la capacidad que nos brindan para transportarnos a lugares, vivencias y realidades que no conocemos y que sería de gran apuro conocer por otro medio; no obstante, lo que no es tan difícil de imaginar, puesto a su cercanía y su constancia en la actualidad, es la exigua lectura en nuestros tiempos.
      Ya lo ha demostrado tanto la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), como la Encuesta Nacional de Lectura 2006 (ENL), las cuales en el caso de México han dado a conocer estadísticas sumamente desalentadoras en cuanto al desarrollo de la educación en el país. Se habla a grandes rasgos de que el mexicano lee 2.8 libros al año en promedio según la ENL, así como medio libro al año según  la UNESCO.
      De manera que es entendible que la calidad de la educación en el país no sea la deseada y que nos encontremos en el penúltimo lugar mundial de 108 países con 2 % de la población que mantiene hábitos de lectura permanentes. Sin embargo, tales condiciones no deben ser mantenidas  en lo “comprensible”, mucho menos en lo “aceptable”.
      Se puede justificar todo acto, incluso se puede decir que los mexicanos no leemos porque vivimos una fuerte crisis económica, y los libros no escapan del alza de los precios, pero una vez más caeríamos en el error casi institucionalizado de pensar en las situaciones actuales con una consideración bajo el bolsillo que refute nuestras responsabilidades y obligaciones.
      Ahora bien, por qué resulta tan complicado mantener la lectura en el país, si son los libros la posibilidad de conocer y saber más allá de la esfera que todos y cada uno poseemos; por qué es rarísimo encontrar en la población media baja a un pequeño que se interese por  leer un libro; por qué pareciera que la lectura, el conocimiento y lo apreciado como “intelectualidad” son características determinantes y hasta exclusivas de quienes poseen los recursos para acercarse a ellos y hacerlos suyos a su antojo.
      Todas estas cuestiones tienen respuesta, todos sabemos de alguna manera cómo contestarlas, algunos pueden aseverar que la lectura no es lo suyo y que su memoria es mala, de ahí que el 40 % de los mexicanos que dicen leer no recuerden los títulos de los libros leídos; otro más pueden defenderse casi por el efecto de linchamiento, manifestando que no tienen tiempo, de manera que pueden tener a su favor un abanico de respuestas al respecto; pero lo que es cierto es que ni una ni otra versión nos conduce a una causa admisible de este mal que todos padecemos, o acaso todos los que leen no han sentido esa especie de cansancio e inclusive hartazgo cuando lo que se lee no es motivado por quien lee;  quién no ha experimentando por otra parte, el deseo de conocer más, leer más y la imposibilidad de llenar sus expectativas.
      El problema va más allá de las razones por las cuales la población no gusta de leer o no puede leer, ya ni hablar del analfabetismo, el problema de la falta de lectura se circunscribe a una tradición mexicana registrada en el seno de la educación, tan sólo de ejemplo tenemos a los niños de entre 5 y 6 años que muy bien se encuentran capacitados de aprender a leer, y no es hasta primero o segundo de primaria cuando se les instruye, desperdiciando tiempo y remitiéndolos a una forma de aprendizaje lenta y pausada; de tal forma, para que un niño  lea su primer libro será complicado en los seis años de la educación primaria. Para secundaria el problema ya está consolidado, y los maestros tienen que malabarear con los adolescentes para mostrarles un mundo sumamente interesante que han despreciado casi por inocencia e ignorancia, y así se continúa en una especie de círculo vicioso hasta la educación superior, donde a pesar del grado de conocimiento, los universitarios siguen mostrando resistencia a una lectura fluida, constante y permanente.
      Insistimos, el problema es complejo, porque también se debe considerar qué se escribe, para quién se escribe y cómo se escribe, de tal modo, es irrebatible que habrá libros para niños, adolescentes, jóvenes y adultos, pero estas distinciones no excluyen a nadie y más bien pretenden proporcionar conocimientos precisos y adecuados para cada realidad de quienes leen.
      Asimismo, se vislumbra el debilitamiento del libro en la época moderna en contraposición al fortalecimiento de la tecnología. Algunos hablan del desaparecimiento del libro como herramienta de lectura, y otros manifiestan la trasmutación del libro al electrónico sin la pérdida del papel; lo importante aquí es contemplar que tanto el libro físico como el virtual son fuentes de información y conocimiento, y la utilización de uno u otro es invariable en la adquisición de conocimientos.
      Hay que reconocer que la tecnología no está peleada con nuestros valores y costumbres, ni tampoco las costumbres han sido las mismas a lo largo de la historia, algunas se han transformado y algunas han desaparecido, al menos quién piensa en utilizar “acetatos” para la exposición de un tema en su escuela, la inmensa mayoría no lo hacemos, y pensamos en su lugar en “cañones”.
      Este es precisamente el efecto que produce la tecnología en cuanto a la lectura, sin embargo, hay que recordar que con la apertura de la tecnología al mundo, y hasta a México como país en vías de desarrollo y con todo y su escasez de lectura, ha impulsado a buena parte de la población a leer infinidad de blogs, páginas y foros de intereses particulares, esto indudablemente debe considerarse como un avance en la apatía por la lectura.
      Y en esta lucha existen muchas organizaciones y muchas personas, donde también se encuentran distintas librerías, así la librería Rueca de Gandhi promueve la Sala de Lectura Otilio de Pérez todos los días de 4 a 8, la cual surge del conocimiento de esta problemática y del deseo de combatir tal rezago con una alternativa viable y efectiva.
      La Sala de Lectura Otilio Pérez cuenta con diversos libros para quienes gusten acudir totalmente gratis a este espacio, asimismo, hay préstamos por parte de la librería.
      La labor de este espacio es rescatable y admirable, sobre todo porque está encaminada a la juventud, considerando que es ésta la que tiene las riendas del futuro. De esta forma es imprescindible entender que la lectura no sólo es un medio de superación personal, íntimamente relacionada con  las formas de educación, sino también representa la instancia del desarrollo nacional.


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